Lava las patatas, pélalas y córtalas en láminas muuuy finitas. Piensa “patatas que casi se vuelen con el viento”.

Mezcla la leche con la yema del huevo, sal, pimienta y ese toque gamberro de anís. (Tranquilo, no se nota tanto… pero sí suma mucho).

Sumerge las patatas en esta mezcla por unos 3 minutitos. Que se impregnen bien de sabor.

En una fuente para horno, empieza la coreografía:
1. Capa de patatas
2. Un chorrito de la mezcla
3. Una buena capa de queso derretible
Y otra vez: patatas, mezcla, queso… y así hasta el día del juicio final (o hasta que cubras el límite de la fuente).

La capa final debe ser de patatas. Vierte encima todo lo que te queda de la mezcla. ¡Sin miedo!

Al horno va: 180°C durante unos 50 minutos. Vas a saber que está listo cuando huela delicioso y la superficie esté doradita.

Saca la fuente y corona tu obra maestra con otra capa de queso. Vuelve al horno 5 minutos más o hasta que esté bien gratinado.

¡Tachán! Déjalo reposar unos minutos (sí, es difícil esperar, pero vale la pena). Luego sirve y prepárate para el aplauso de tus comensales.