En una olla pon a hervir el agua y añade el arroz con la ramita de canela. Fuego medio y paciencia: deja que el arroz se ablande, unos 10-12 minutos.

Cuando el arroz ya esté medio cocido, es hora de meterle el power: ¡la leche! Agrega las 4 tazas con amor, junto con las cáscaras de limón o naranja. Mezcla con cariño sin que llegue a hervir fuerte.

Deja que la magia ocurra: fuego bajito, revolviendo cada tanto, como si fueras un DJ del postre. El arroz va a empezar a soltar su almidón y todo se va a volver cremoso y meloso. Tiempo estimado: 30-40 minutos.

Cuando ya esté espesito agrega el azúcar y la vainilla (esto no es fit, es lo que hay, pero vas a flipar con lo bueno que está). Mezcla bien y deja unos minutitos más. Pruébalo. ¿Está dulce como tu mejor recuerdo? Entonces estamos.

Sácalo del fuego, retírale las cáscaras y la ramita de canela (o déjaselas si te va ese look rústico).

Sírvelo en potecitos o cuencos, espolvoréale canela por encima y… ¡boom! Pura nostalgia en cuchara.