De la ópera al pop-up: así convierte Tamburins el arte en experiencia de marca (sin hablar del producto)

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Del producto al ritual: cuando lo que vendes es una historia
Todo comienza con Sun & Sea, una pieza ganadora del León de Oro en la Bienal de Venecia. Es una ópera coral que habla del verano, el colapso climático, la belleza y la decadencia.
Tamburins la traslada a un espacio industrial en Seongsu —el barrio más artístico de Seúl— y la representa tal cual, sin más pistas que una atmósfera perfectamente diseñada para conectar con el universo de Blue Hinoki, su nueva fragancia.
Aquí, el storytelling no se fuerza. Se sugiere. Y eso tiene mucho más impacto.
El escenario no se desmonta: se transforma
Cuando termina la ópera, no se recoge todo y se empieza de cero. En lugar de eso, Tamburins reutiliza los elementos escénicos —arena, colchonetas, iluminación— y reconfigura el espacio como un pop-up efímero. Pero no estamos hablando de una sala blanca con mobiliario minimalista. La intervención ocurre en un espacio semi hundido, como un patio interior o un hoyo urbano, que ya de por sí transmite algo distinto. Observar desde arriba, bajar para explorar… todo tiene intención.
Ese mismo espacio que albergó la performance ahora conserva su huella. La arena sigue ahí. La luz es la misma. Incluso el eco del montaje anterior se percibe. El visitante no entra en una tienda, sino en una escena en pausa.
El resultado es un entorno que mantiene la estética y el tono de la performance, pero que ahora permite interactuar con el producto. La experiencia no se interrumpe. Evoluciona.
Activación inteligente: del arte al deseo
Además, hay algo brillante en la forma de activar esta campaña:
- La ópera se representa por tiempo limitado (urgencia).
- Las entradas se agotan en horas (exclusividad).
- El pop-up se abre donde ya hay curiosidad sembrada (expectativa).
- Todo huele a arte, pero también a marca (coherencia).
Esta estrategia no solo consigue atención: genera comunidad, deseo y conversación. Se comparte, se comenta, se recuerda. Y eso, hoy, es oro.
En la era del IRL, esto es lo que funciona
En plena era digital, lo físico vuelve a ocupar un lugar relevante. El IRL (In Real Life) no es una moda, es una necesidad: buscamos experiencias reales, en espacios tangibles, donde pasar algo más que el dedo por una pantalla.
Las marcas que entienden esto están diseñando acciones que van más allá del evento como punto de contacto. Están construyendo universos. Y si se hace bien, como en este caso, el producto no se pierde: se eleva.








