El fenómeno Pop-up

En esta época, las empresas están aprovechando la fiebre navideña para maximizar sus ventas, mientras los consumidores están por todas partes buscando chollos. Acabo de ir a un par de “bazares” que están liquidando sus stocks o vendiendo sus muestras, para los regalos de navidad. Y a estas empresas, no les va nada mal: tres de las cinco veces, tuve que hacer cola para entrar en estas “tiendas”. Al final, más que tiendas, son más bien un piso o un espacio abierto.

Estas tiendas efímeras son un concepto menos sofisticado que la “tienda pop-up” tradicional, por que no suelen ser muy experienciales: ni música, ni decoración, ni ambiente. Pero, hoy en día, casi todo vale para recortar costes y conseguir más ventas. Ofrecer una experiencia con menos recursos (¡aún menos que antes!) es un reto para las empresas.

Los espacios pop-up son la personificación de la cultura de nuestra sociedad de alta velocidad y de poca duración de concentración. De hecho, una tienda pop-up es parecida a un evento. Se crea todo un entorno que comunica una marca y hace vivir su experiencia. Por eso, como los eventos, tienen su coste pero la experiencia se queda mucho después de que la tienda haya cerrado.

Todo es para un fin de vender más, además de crear el máximo buzz posible. En tiempos duros, que requieren más creatividad con menos recursos, el pop-up puede ser una buena manera de gestionar las actividades comerciales y estimular ventas.