Calienta una sartén grande con un buen chorro de aceite y dora cebolla y zanahoria hasta que huelan rico. Cuando esté todo en su punto, suelta la carne como si no hubiera un mañana. Dórala bien.

Cuando todo esté listo, échale el vino tinto y deja que se evapore. Añade el puré de tomate y sazona con sal y pimienta. Baja el fuego y cocina unos 25-30 minutos. No olvides añadir hojas de albahaca (lavadas y troceadas, nada de complicaciones).

Corta la mozzarella en cubitos (del tamaño de medio dedo, más o menos) y guárdala. Ahora, las estrellas del show: las berenjenas. Lávalas, sécalas, y córtalas en cubos de 1 cm.

¡Fritura time! Calienta aceite en una sartén profunda hasta que burbujee y fríe las berenjenas hasta que estén doraditas, sácalas con una espumadera y ponlas en papel absorbente.

¡Llega el momento de la pasta! Cocina la pasta en agua con sal hasta que esté al dente. Escúrrela y mézclala con el ragú que hiciste antes. Ahora sí, añade las berenjenas y la mozzarella. Mézclalo todo como si estuvieras haciendo arte, ¡porque esto lo es!

Engrasa un molde redondo (unos 26 cm de diámetro), pásale pan rallado para que no se pegue nada, y rellénalo con la mezcla de pasta, carne y verduras. Alisa bien la superficie para que quede bonito y espolvoréale queso rallado por encima antes de meterlo al horno, precalentado a 210ºC, durante 20 minutos.

¡Listo para brillar! Saca tu obra de arte del horno, déjala reposar unos minutos (¡sé fuerte, no te quemes por impaciente!) y sirve.