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4 razones por las que la música debe reinar en tus equipos de trabajo

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En nuestra sección de Intelligence del último número de eventos Magazine, te contábamos algunos de los factores que propiciaban una mejor cohesión entre los grupos de trabajo. Aunque no hay una fórmula mágica que establezca cuánto tiempo lleva alcanzar la cohesión en un grupo, te hablábamos de determinadas dinámicas a través de talleres pueden acelerar el paso de una fase a otra de una forma más rápida y efectiva. Desde workshops moderados para ayudar a expresar fricciones y tensiones, hasta dinámicas más artísticas donde los grupos bailen, canten o simplemente se muevan juntos. Hoy te traemos algunos aprendizajes que Fernando Botella, CEO de Think&Action (consultora especializada en desarrollo de talento y transformación de organizaciones) nos desvela sobre el poder de la música y la cohesión de los grupos.
  • La música es un catalizador del flujo de energía colectiva que debe tener todo trabajo en equipo. La música influye en el estado de ánimo de los equipos, en la disposición mental con la que se afronta un reto o tarea. La música provoca infinidad de emociones y sensaciones en las personas, desde pasión, relajación, ímpetu, etc. ¿Un ejemplo puesto en práctica? Todo el mundo conoce que cuando Pep Guardiola entrenaba al Barça, momentos antes de salir al campo, solía poner a sus jugadores el tema “Viva la Vida” de Coldplay como un último catalizador de motivación.

  • Trabajar al unísono como los músicos de una orquesta. Experimentos científicos han demostrado que  entre un conjunto de músicos que interpreta una misma pieza se establece una suerte de conexión mental especial. En un momento dado, los impulsos cerebrales de los intérpretes se sincronizan, trabajan al unísono de manera perfectamente armónica más allá de que sigan una partitura y un tempo previamente marcado. Establecen entre sí lo que ha venido a llamarse una “interdependencia”, una habilidad que nos permite establecer intensas conexiones con los demás de las que se beneficia el conjunto. El individuo alcanza la excelencia en su campo, pero, al mismo tiempo, es capaz de combinarlo con el talento de los demás para lograr un resultado extraordinario. Es el violinista que a nivel individual es un gran virtuoso pero pone esa pericia al servicio de toda la orquesta.

  • Desarrolla la capacidad de improvisación. En los entornos profesionales que se caracterizan por lo cambiante y su inestabilidad, la creatividad, innovación, inspiración y audacia para tomar caminos inesperados se convierten en elementos imprescindibles para la supervivencia. Lo mismo que hace el músico que improvisa, que a partir de unas pocas notas deja volar su imaginación para desafiar sus propios límites. Eso sí, aplicable a cualquier profesional, cuanto más ensaye y trabaje, mejor improvisará.

  • Salir a escena y conseguir objetivos. El esfuerzo de todo músico no se ve recompensado si no se lleva a escena, si no lo someten al juicio del público y no se sumergen en el vértigo de los nervios previos a la subida del telón y el aplauso final. Y como el músico, los equipos de trabajo también deberán hacer que las cosas pasen. Que ese trabajo colectivo y ese liderazgo que lo canaliza desemboquen en un proyecto realizado, un producto realizado y una meta alcanzada.

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