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Cinco campañas sostenibles que no cambiaron el mundo, pero podrían cambiar tu evento

Cinco campañas sostenibles que no cambiaron el mundo, pero podrían cambiar tu evento

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¿Puede una pajita cambiar un evento? O un grifo. O una bombilla. O una campaña que habla de lo mismo de siempre, pero lo dice tan bien que consigue que lo escuchemos como si fuera la primera vez. La sostenibilidad está en boca de todos. Pero precisamente por eso, cuesta distinguir entre el ruido y lo que de verdad funciona. En medio de ese desgaste, algunas campañas —desde marcas, medios o festivales— están logrando que las acciones pequeñas sumen de forma real. No por ser radicales. Sino por estar bien pensadas, bien medidas y bien contadas.Este artículo no te trae una receta mágica. Pero sí cinco ejemplos que funcionan. Que inspiran. Y que pueden ayudarte a repensar tu evento desde lo concreto. Desde lo posible. Desde lo que sí se puede hacer.

1. Coca-Cola y “Hostelería por el Clima”: sostenibilidad a pie de barra

Coca-Cola Europacific Partners impulsó en Gipuzkoa una iniciativa dirigida a bares y restaurantes locales, con medidas tan sencillas como instalar grifos de bajo flujo, cambiar bombillas por LED o sustituir servilletas por versiones recicladas. Hasta aquí, todo muy normal. ¿La diferencia? Que les acompañaron en el proceso, ofrecieron visibilidad, formaron a los equipos y, sobre todo, crearon una red reconocible con sello propio.

Lo inspirador aquí no está en el cambio técnico, sino en el proceso. La sostenibilidad no se decreta desde un Excel: se construye acompañando, formando y creando redes donde todos entienden por qué están haciendo lo que hacen. A veces, lo más transformador no es lo que pides, sino cómo lo pides.

2. Heineken: compensar más allá del CO₂

La filial española de Heineken ha impulsado un modelo de producción de cerveza que, literalmente, devuelve al medio más agua de la que usa para fabricarse. ¿Cómo? Mediante proyectos de restauración de humedales, mejora de cuencas y acuerdos con comunidades locales. No es greenwashing: es un sistema de compensación real, documentado y auditado.

Hay algo elegante en devolver más de lo que tomas. Esta lógica —casi ética— no se basa en la culpa, sino en la responsabilidad. En eventos, devolver puede significar compensar, colaborar, o simplemente preguntarse: ¿cómo dejo el entorno (y a las personas) mejor de lo que me lo encontré?

3. SOS 4.8: un festival con sistema

El festival murciano SOS 4.8 fue uno de los primeros en España en certificarse con el estándar Green’n’Clean. Lo hicieron desde 2008, cuando casi nadie hablaba de esto. ¿Cómo? Calculando su huella de carbono, optimizando transportes, reciclando, usando proveedores locales y hasta ofreciendo talleres sostenibles al público. Y no solo eso: también invitaron a ONG y colectivos medioambientales a formar parte del line-up.

Este no fue solo un festival que reciclaba. Fue uno que entendió que el impacto cultural también es ambiental. Y que la sostenibilidad no es un backstage operativo: es parte del escenario, del relato, del tono general. Si queremos que nuestros eventos inspiren, deben empezar por ser coherentes.

4. Glovo y su proyecto de envases reutilizables: lo que empieza en la comida a domicilio puede acabar en tu evento

Glovo, en colaboración con Bûmerang (una startup española especializada en sistemas de reutilización de envases para el sector horeca y delivery), ha lanzado un sistema de envases retornables en ciudades como Barcelona o Madrid. El usuario recibe su pedido en un recipiente reutilizable y lo devuelve en puntos establecidos tras su uso. Simple, limpio y efectivo. Una lógica circular que ya empieza a tener sentido urbano.

Lo interesante no es solo el envase, sino el sistema. Cuando estructuras un circuito de ida y vuelta, obligas a repensar cómo diseñamos el consumo. En un evento, ¿por qué no aplicar este modelo al cátering, al material técnico, al mobiliario? Lo que hoy parece “delivery” puede ser la base de una logística circular mucho más ambiciosa.

5. Oleoturismo España: sostenibilidad que también es formación

Este proyecto vinculó turismo, cultura del aceite y sostenibilidad a través de una plataforma digital, una guía de buenas prácticas, formación especializada y un “manual de experiencia” para los visitantes. El eje no era solo hacer, sino enseñar a hacer mejor.

Esta campaña recuerda que la sostenibilidad también es una conversación. Y que cualquier experiencia —un evento, una feria, una jornada— puede ser una oportunidad para aprender. No se trata solo de hacerlo sostenible, sino de ayudar a otros a entender el cómo y el porqué.

Sostenibilidad sin humo (ni heroínas ni mártires)

Lo que une a estas campañas no es el presupuesto ni el tamaño, sino algo más sencillo (y más difícil): que hicieron lo que dijeron que harían, sin postureo, sin piruetas. No buscaron epatar. Buscaron que funcionara.

Y en eso hay una lección potente para quienes organizamos eventos: no hace falta salvar el planeta en tres días. Hace falta empezar por no complicarlo más. Por pensar las cosas con cariño, con cabeza, con una lógica que no se desmonte en cuanto llega el proveedor o el primer asistente con sed.

La sostenibilidad, cuando de verdad se entiende, no se nota porque brilla. Se nota porque fluye. Porque está donde tiene que estar: en las decisiones que tomamos antes de colgar la primera lona o abrir las puertas del recinto.

Y sí, un envase reutilizable, una red de bares comprometidos o un taller en mitad de un festival no cambian el mundo. Pero marcan el tono. Y eso, en eventos, lo es todo.

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