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Cine y eventos, un mismo lenguaje para emocionar, por Sergio Núñez Vadillo, novelista y profesor de la Universidad de Valladolid

Cine y eventos, un mismo lenguaje para emocionar, por Sergio Núñez Vadillo, novelista y profesor

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Cristina Munoz
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La industria de los eventos se nutre más de lo que imaginamos del cine, y la industria cinematográfica tiene mucho de evento. El aprendizaje del oficio de cineasta no se diferencia demasiado del aprendizaje de los eventos. La única meta de la película es el cine, lo que viene a ser lo mismo que decir que la única meta de la celebración es el evento. Dos lenguajes que convergen en un mismo escenario ante idéntico público con el mismo objetivo, emocionar. En ello consiste la guionización y planificación narrativa de un evento, por ejemplo.

Los eventos en vivo engloban un sinfín de facetas más propias del cine que del show: dirección, guion, iluminación, sonido, atrezo, actores, cámaras, producción, decorados, eléctricos, regidores, proyecciones, pirotecnia, efectos especiales, montadores… Si el cine es considerado el séptimo arte, el evento en sí podría considerarse el décimo arte, después de la fotografía y el cómic, por la cantidad de artes que aglutina.

El sincronismo, la guionización, el arte, la escenografía y arquitectura, los medios expresivos, la escaleta, el tratamiento del espacio, la localización, los efectos especiales, la dramaturgia, el figurinismo, las acrobacias, la magia, la catarsis, la luz…, en definitiva, lo sorprendente, único y memorable todavía se mantiene estéril sin tergiversar su mensaje en algunos eventos.

Los eventos en vivo engloban un sinfín de facetas más propias del cine que del show

Según el diccionario de la RAE “cinematográfica” significa: “Captación y proyección sobre la pantalla de imágenes fotográficas en movimiento”. Es decir, la luz y el movimiento es la síntesis. John Ford nos avisa: “Si no sabes cómo resolver una situación, como cineasta mira por el visor y déjate llevar por la imaginación”. El director es el máximo responsable de dos operaciones: la puesta en escena, que determina qué se va a filmar; y la puesta de cuadro, cómo se va a filmar. Además, supervisa toda la producción y rodaje. Aunque en este camino no viaja solo. Le acompañan el productor, jefe de producción, director de fotografía, guionista, distribuidor y un largo etcétera. El director al fin de cuentas es un director de orquesta que dirige desde su cosmos la película. En los eventos sucede algo parecido. El project manager lleva la voz cantante de todo el proyecto y guía a sus acompañantes hasta la realización de la cinta, por seguir con el lenguaje cinematográfico.

Los elementos que producen un largometraje están muy presentes en los eventos y la comunicación actual; de hecho, existen documentales, videoclips y spot publicitarios que están dirigidos por directores y directoras de películas. Existen grandes eventos que utilizan directores de cine para asesorar en la conceptualización del evento, como por ejemplo en las galas de los JJOO donde el mundo del espectáculo, teatralización o escenografía se escenifican de una manera muy relevante.

Existen grandes eventos que utilizan directores de cine para asesorar en la conceptualización del evento

El cine posee un lenguaje muy definido: guion, idea y storyline, escaleta y tratamiento, storyboard y guion literario, género, secuencia y escena. Actos, el primero para el planteamiento, el segundo para el nudo y el tercero para el desenlace. En los eventos numerosos términos se utilizan de igual manera que en el cine, aunque su trascendencia sea diferente.

Respecto a los participantes en una producción cinematográfica resulta destacable la cantidad de similitudes, e incluso proveedores que proliferan en ambos ambientes, como las empresas de efectos especiales, atrezzo y figurinismo, escenografía, grupos eléctricos y maquinistas, empresas de casting y catering, equipos de cámara, arquitectura efímera, iluminación y sonido, etc. Pues la industria del cine ha encontrado en los eventos un nicho de mercado donde posicionar sus productos al quedar mermado los rodajes y producciones en los últimos años. Son vasos comunicantes podríamos decir. Incluso personal de montaje, carga y descarga, actores, presentadores, jefes y directores de producciones, maquinistas, técnicos de iluminación y sonido, decoradores y un largo etcétera han tenido que reinventarse en el mundo de los eventos.

Sin entrar en detalle en la producción de las películas, es conveniente reseñar que al igual que en los eventos, los largometrajes son una extrapolación de la imagen o idea que tiene el director respeto a su concepto fílmico. Directores de la talla de John Ford, Tarantino, Alfred Hitchcock, Stanley Kubrick, Martin Scorsese o el español Luis Buñuel, tienen un sello personal en todas sus películas por la composición, hondos temas, estilo, diálogos, simbolismo, silencios, profundidad, luz, música… En los eventos sucede lo mismo con las agencias. Aquí son las propias empresas creadoras de eventos quienes a menudo marcan su sello personal en la narrativa y realización de una necesidad de la marca.

Un evento pretende detener el tiempo en un espacio

La fotografía en cine no crea, como el arte, la eternidad, sino que embalsama el tiempo. Un evento pretende lo mismo, detener el tiempo en un espacio por un tiempo concreto. Cautivar. El momento de la verdad se concentra en el set, en el plató, en la localización, con la forma cinematográfica desplegada. Una película se la juega en cómo está hecha: los encuadres, el plano-secuencia o la interpretación. Hoy en día más con el montaje en postproducción. Con los eventos sucede al parecido. El event day concreta la escaleta y el storyboard, el plan de montaje, la acción.

Hay quien piensa que la creación y producción de eventos es un arte por la cantidad de actividades culturales que conjuga en una misma secuencia. Otros, por el contrario, que es un compendio o maridaje de diferentes facetas y talentos, más bien ligados al mundo del cine.

El concepto de bellas artes se aplica solo sobre aquellas disciplinas artísticas destinadas a la contemplación, es decir, que no cumplen una función utilitaria, sino sostenida en la creatividad e imaginación. Es por esta razón que el concepto de bellas artes deja por fuera el universo de las llamadas artes aplicadas o artes utilitarias, así como todo tipo de artesanía. Con esta premisa, volcando las seis artes fundamentales en el mundo de los eventos podemos concretar: la literatura se puede asemejar a una idea creativa surgida de un briefing; la arquitectura es extrapolable a los escenarios efímeros de las grandes producciones; la música a la banda sonora; la danza a la interpretación de actores o presentadores; la escultura en la forma de esculpir y guiar el evento; y la pintura en el diseño de la iluminación.

Participar en un evento de renombre puede ser algo brutal y memorístico

Aristóteles sostenía que lo más importante de una historia ocurre al final. El cine y los eventos tienen algo de esta premisa aristotélica. Nada se deja al azar, todo está planificado, se juega con las emociones. Luego es el espectador o el asistente quien disfruta de la magia e ilusiones transmitidas, que con las redes sociales suele perdurar en el tiempo.

En toda esta cosmovisión planteada a lo largo de estos renglones, el campo de los sueños e ilusión es un rasgo característico que no debemos omitir en ambos hemisferios. Participar en un evento de renombre puede ser algo espectacular y memorable. Algo brutal y memorístico que, tal vez, nos evoque, también, al mundo del cine. En donde por medio de una gran pantalla y a través de un zócalo se proyecta una luz magnética en forma de proyección audiovisual que nos eleva por unos minutos fuera de nosotros mismos. ¿No es eso en sí mismo mágico? En los eventos sucede los mismo. Demasiadas casualidades.

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