Cuando una sala de hotel se convierte en océano: la apuesta audiovisual para los Premios Príncipe Talal

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El reto de traducir una causa global en una experiencia
La cita reunía a delegaciones y autoridades de varios países alrededor de un mensaje claro. El lema Life Below Water invitaba a reflexionar sobre la protección de los océanos y exigía un tratamiento audiovisual sensible, sin artificios, capaz de dar peso a los proyectos premiados. El desafío no era menor. Convertir un espacio tan conocido como un salón de hotel en un entorno evocador sin caer en la grandilocuencia es una tarea compleja, más aún cuando se trata de un acto institucional con expectativas altas.
Un océano construido con luz y movimiento
La escenografía diseñada por el equipo partía de algo muy simple. Un fondo blanco, casi quirúrgico, que recordaba a las crestas de las olas. Iluminación en tonos azules profundos, luces móviles que sugerían un mar que nunca se detiene y reflejos que aportaban textura. No había más artificio que ese juego de capas visuales. No hacía falta. El conjunto generaba una sensación envolvente que acompañaba cada intervención y mantenía el foco en la causa.



La maquinaria invisible que sostiene un evento
Más allá de la estética, la producción fue un ejercicio de coordinación. Pantalla LED, sonido medido para no romper la quietud del ambiente, grabación multicámara, traducción simultánea en tres idiomas, protocolo VIP, seguridad y la gestión de la cobertura informativa. Todo ese engranaje invisible que permite que un evento fluya aunque nadie lo mencione en los discursos.
Cuando la tecnología se pone al servicio del mensaje
Lo interesante aquí no es solo la puesta en escena. Es la demostración de cómo un planteamiento audiovisual puede cambiar la manera en que se vive un acto institucional sin alterar su esencia. No se trataba de sorprender por sorprender, sino de crear un marco sensible para un mensaje global.
Una transformación sutil pero memorable
Al terminar la ceremonia, la respuesta de delegaciones y equipo confirmó que la apuesta había funcionado. La sala del Palace siguió siendo la misma, pero durante unas horas se convirtió en otra cosa. Un recordatorio de que el audiovisual, cuando se usa con intención y contención, puede transformar espacios conocidos y añadir profundidad a un evento que podría haber sido uno más en la agenda diplomática.
Una pequeña muestra de que, en este sector, a veces la diferencia está en cómo miramos una sala antes de encender la primera luz.








