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El poder del «cringe» para tu comunicación

El poder del «cringe» para tu comunicación

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Lo que una generación define como "cringe", la siguiente lo reclama como auténtico. Con esta sugerente frase introduce la experta en comunicación Laura Millán su publicación en la que nos anuncia que el “cringe” está de moda. Y es que, aunque los jóvenes a menudo utilicen este término como algo despectivo, en tiempos en los que estamos hiperconectados y en los que el postureo inunda nuestras vidas y nuestros dispositivos móviles, necesitamos abrazar aquello que nos conecta con la normalidad y, sobre todo, con lo que es auténtico. Una camiseta de I LOVE NY de al menos una talla por debajo de la habitual, unas zapatillas Crocs con calcetines, unos pantalones piratas con múltiples bolsillos (quizá demasiados) y una gorra gastada podría ser una indumentaria merecedora del apelativo “cringe” o vergüenza ajena en lo que fue la época de auge de Dulceida. Sin embargo, ahora mismo supone una indumentaria llena de estilo, que además contribuye a la economía circular. Esta tendencia se integra también en eventos. Campañas que apelan a las raíces como Tinglao, festivales dedicados exclusivamente a la nostalgia como Nostalgia Milenial, todas ellas tienen algo en común: huir de lo postizo para encontrarse con lo imperfecto. 

¿Qué es el cringe?

El cringe es esa mezcla de vergüenza ajena, incomodidad y risa que sentimos cuando vemos algo pasado, raro o fuera de lugar… ¡y no podemos dejar de mirarlo!

Lo demasiado perfecto ya no vende 

Quizá esta ha sido la evolución natural al surgimiento de las redes sociales, pero lo que está claro es que, durante años, lo aspiracional dominó la escena. Influencers con vidas perfectas, casas perfectas, cuerpos perfectos, caras perfectas e incluso bebés perfectos. Toda esta sobrecarga de información parece haber creado una sensación de desconfianza ante este tipo de personas que se empeñan en mostrar que la vida es un concepto aséptico y lineal. 

Como antítesis aparece lo imperfecto, lo de toda la vida, incluso a veces lo cutre. Esta imperfección genera autenticidad y cercanía y esto es irresistible. Un “este podía ser yo” es mucho más poderoso que un “este debería ser yo”. Ante esta necesidad han surgido incluso “antiinfluencer” que tratan de mostrar exactamente como son, aunque esto pueda resultar incómodo o con poco “filtro”. Un ejemplo de este tipo de personalidades es Soy una pringada. Juzguen ustedes mismos en esta publicidad de la secuela de School of Rock.  

Y es que uno de los daños que las redes sociales han infligido en la sociedad pasa por la pérdida de la espontaneidad. Ya no solo no queremos ser vistos haciendo algo vergonzoso o comprometido, sino que (sobre todo) no queremos ser grabados y subidos a las redes. La viralidad puede no ser a veces tan agradable, y si no que se lo digan a András Arató (en la foto principal), un ingeniero eléctrico húngaro jubilado que se volvió viral por las fotos de banco de imágenes en las que aparecía sonriendo con un gesto algo forzado, lo que dio lugar a millones de memes. Al principio se sintió incómodo y no le gustaba verse convertido en un chiste global. Llegó incluso a pensar en tomar medidas legales contra el uso de sus fotos. Estas declaraciones demuestran una verdad de nuestro tiempo, cuando la viralidad es involuntaria, probablemente no resulte muy agradable para su protagonista. Una forma de luchar contra esto en eventos es la medida que El Baúl de las Piqué tomó en su evento de presentación de los labiales Nude de MAC. Siguiendo el hilo de su premisa: las raves; se taparon las cámaras de los móviles de todas las personas que pasaron por el espacio. Una acción que, lejos de disminuir el engagement, puede incluso aumentar la expectación y hacer que los asistentes se relajen y sean ellos mismos (incluso con poca ropa). 

Nostalgia y cultura pop 

Muchos contenidos «pasados” rescatan estéticas de los 90 y 2000: anuncios antiguos, realities desfasados, modas kitsch. La mezcla de nostalgia y humor engancha porque nos recuerda la inocencia de otras épocas. De hecho, todo parece apuntar a que la tribu digital (Gen Z y Millennial) está abogando cada vez más por lo nostálgico como piedra angular de su contenido, su humor e incluso sus preferencias de compra. Según el artículo “Best nostalgia marketing statistics 2025”, las campañas con estética de los 90 han tenido aumentos de hasta 30 % en engagement en Instagram/TikTok. De esta tendencia están surgiendo eventos que apelan directamente a la conexión con el pasado. Un ejemplo es el Nostalgia Millenial Fest, un festival musical organizado por Sharemusic! que celebra la música que marcó la adolescencia de los millennials (años 90 y 2000). Un espacio para el reencuentro generacional a través de artistas de esa época, referencias culturales como tazos, Messenger, éxitos que todos recuerdan. La conexión emocional en este evento permite rememorar la juventud, revivir canciones, moda, objetos y momentos que forman parte de la identidad colectiva de esa generación. 

Nostalgia como resistencia cultural 

En un mundo saturado de branding perfecto y comunicación corporate, el cringe es un acto subversivo. Se convierte en herramienta para romper con lo serio, lo hegemónico y lo estético. Incluso hay marcas que están empezando a usarlo para conectar con públicos jóvenes. Un ejemplo muy completo de la utilización de esta nostalgia para una gran campaña de comunicación frente a la posibilidad de utilizar grandes escenarios llenos de tecnología y efectos especiales es la activación Tinglao de Cruzcampo. Un espacio que respira la esencia de las casas de nuestras abuelas andaluzas con mesa de camilla, showcooking de puchero y Cruzcampo fresquita que generaron un espacio en el que se liga la marca al destino Andalucía a través de la nostalgia. Un recurso en línea con la campaña integral de la marca en la que pretenden apelar a todo lo que para el público significa casa. 

Lo cutre forma parte de nuestra zona de confort 

Lo cutre nos recuerda a lo humano porque nuestra vara de medir lo que nos inspira este sentimiento es muy baja de cara a la palestra. El estudio de Sprout Social: Gen Z considera que lo más importante en contenido de marca para ellos es la autenticidad, entretenimiento y fiabilidad. Porque cutre es ese pijama que utilizas esos días en los que te rindes al mundo y no tienes ganas de nada, cutre es esa nota en un post-it que guardas desde que empezaste a salir con tu chico porque simplemente pone “Te he dejado café” junto a un corazón deformado. Cutre también es el emplatado que hace tu abuela de su delicioso cocido, cutres son los dibujos que hacen tus hijos de “la mejor mami del mundo” y los corazones que tu padre intenta hacer con glaseado en sus galletas caseras. Lo cutre en muchas ocasiones nos recuerda a lo que amamos, lo que nos gusta y, sobre todo, a lo que nos hace humanos. 

Algunas campañas de comunicación basan su estética o estrategia en apelar a esta “cutrez” para hacer calar mucho más su mensaje. Este ejemplo nos llega desde Aigües i Sanejament d’Elx. Menudo Papelón es una campaña para concienciar sobre las consecuencias de desechar toallitas húmedas por el inodoro, pero para ello utilizan uno de los medios de comunicación más “de andar por casa” que existe: la nota escrita a mano con la que los vecinos se han comunicado históricamente dentro de una misma comunidad.  

Pero ojo, aplicar lo “cutre” o lo “cringe”, especialmente en tus eventos, tiene un doble rasero. Su aplicación debe estar llevada a cabo con cierta sensibilidad, conectando con lo cotidiano sin parecer poco cuidado. Un ejemplo de ello es la fiesta que la agencia Está Pasando creó para las marcas alcohólicas de Pernod Ricard, Ballantine’s y Beefeater. Se trata de una fiesta en la que el dress-code era literalmente “ir en pijama”, sin embargo, el evento no se desprendió de la estética fancy que se pretendía conseguir.   

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