Dress code, el lenguaje silencioso de los eventos

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Los códigos de vestimenta que conocemos hoy en día surgieron en el siglo XIX: white tie, black tie, cocktail, etc., especialmente en la aristocracia británica. Con la industrialización y los entornos corporativos, aparecieron los primeros dress codes profesionales. Sin embargo, es en el siglo XX cuando los movimientos sociales comienzan a desafiar esos códigos establecidos y a expresar identidad también a través de su indumentaria.
Actualmente, el dress code se define como un conjunto de normas que dictaminan cómo deben (o se espera que) las personas se vistan en un contexto determinado. Puede abarcar desde indicaciones vagas como “elegante” o “casual”, hasta requerimientos muy específicos sobre colores, cortes, tejidos o incluso accesorios. Su función básica es comunicar estatus o pertenencia, aunque también se utiliza para establecer normas de respeto o profesionalidad o, incluso, para contribuir a la atmósfera o narrativa de los eventos.
Y no hay que olvidar los eventos que no tienen dress-code. Esta falta de una etiqueta definida también se convierte en una herramienta de comunicación. Es el caso de los Premios Eventoplus, en los que la ausencia de dress-code funciona como una forma de alentar al asistente a expresarse individualmente. Come as you are.

El doble filo del dress code
Por un lado…
Comunica identidad. Puede reforzar el concepto de un evento, generar pertenencia y aportar coherencia estética. Tal y como contamos en el artículo sobre raves, un dress code pensado de forma orgánica y natural puede convertirse incluso en el emblema de un grupo. Observa a tu comunidad y apoya sus símbolos. Los festivales crean espacios en los que sentirse parte de algo, y esa comunidad crea fidelidad. El hecho de que tus asistentes sean reconocibles incluso antes de llegar al recinto es una gran victoria.
Prueba irrefutable de ello es el dress code que cada año miles de asistentes adoptan en festivales como Coachella. Lo cierto es que el festival no cuenta con un código de vestimenta oficial, pero existe un código no estipulado en el que se mezclan elementos de estilo western y tintes boho-chic que se ha convertido en emblema del festival y pieza clave en su comunicación. Cada año, muchas influencers toman la cita como un reto frente a su audiencia, que adula o critica despiadadamente los looks, consiguiendo por ello cifras récord en visualizaciones.
@rominachiodi1 Replying to @alejandra ♣️ best dressed influencers at Coachella pt 2 @Emili Sindlev @Melissa A. R @danigschulz @zoifishh @laura vanessa #coachella #fyp #coachella2025 #ratingcoachellaoutfits #fashionpolice #revolvefestival #revolvefestival2025 #coachella2025outfits #coachellabestdressed #influencerscoachella #coachellainfluencers #coachellaworstdressed #coachellalooks #coachellaoutfitinspo #greenscreen ♬ original sound – Romi Chiodi
Marca el tono y la expectativa. Ayuda a los invitados a saber a qué atenerse y crea una atmósfera común. Desde la creación de estos códigos y su vinculación con las clases sociales, vestir se ha convertido en una forma de adecuación al medio; incluso para algunos, un síntoma de educación. En este sentido, comunicar el dress-code se convierte en una manera efectiva de transmitir el tono del evento y de unificar a los asistentes.
Seguro que te han dicho alguna vez en el colegio que el uniforme es una forma de relacionarse de igual a igual: con uniforme, en teoría, no existen clases sociales o diferencias económicas visibles. En los eventos pasa algo parecido. Un estilo de vestimenta similar puede generar una sensación de seguridad en un entorno que, de otro modo, podría resultar intimidante. Crea unidad dentro del grupo y promueve incluso conversaciones espontáneas. Dress codes como “Gala” o “White Party” pueden provocar esa sensación de cohesión.
Puede ser una herramienta creativa. Sobre todo en eventos temáticos, culturales o de moda, donde el dress code se convierte en parte esencial de la experiencia. Es una manera de involucrar al público, de hacerles sentir parte del evento y pieza fundamental del mismo. Esta opción, lejos de encasillar, también refuerza una dimensión muy valiosa: la creatividad. El hecho de proponer dos palabras, una frase o una consigna poco convencional como dress code invita a dejar volar la imaginación en su interpretación.
El ejemplo más representativo es, sin duda, la Met Gala. Un evento benéfico que genera expectación precisamente por las interpretaciones que los invitados hacen del dress-code. Desde 1995, está dirigida por Anna Wintour, directora de Vogue, quien actúa como curadora y anfitriona. La gala es una oportunidad para que los diseñadores muestren su maestría y para que los espectadores (sí, también tú, desde casa, con palomitas) pasen horas comentando cada look.
Y si sabes que tu público es creativo, no dudes en proponer códigos de vestimenta poco convencionales o muy abiertos: el resultado valdrá la pena y generarás aún más expectación.
Pero también…
Puede excluir o incomodar. La moda puede ser un elemento diferenciador en muchos sentidos. Si el código es demasiado estricto o no contempla la diversidad de cuerpos, identidades de género, niveles socioeconómicos o culturas, se vuelve excluyente. La necesidad de adquirir prendas especiales se hace evidente en dress codes demasiado específicos o que requieren ropa más cara. Y eso no es sostenible.
Un ejemplo clásico es Wimbledon: desde 1877, jugadores y espectadores deben vestir casi exclusivamente de blanco, incluso calcetines y ropa interior, además de la indumentaria tipicamente utilizada por los tenistas. Anne White, tenista, debutó en Wimbledon con un catsuit blanco entero, rompiendo la norma tradicional. Tuvo que cambiarse tras recibir reprimendas oficiales. Otro caso más reciente fue el del Festival de Cannes, en su 78ª edición, cuando Halle Berry, que además era parte del jurado, tuvo que cambiar su vestuario porque no se permiten vestidos voluminosos en la alfombra roja.


Impone normas estéticas. En cualquier protocolo social existen códigos de vestimenta que muchas veces responden a cánones tradicionales o hegemónicos. Algunas culturas siguen atendiéndolos con más fuerza, mientras que otras los han dejado atrás. Y aunque es importante preservar las raíces y los trajes regionales, ceñirse en exceso al protocolo puede llegar a ser prohibitivo para otras personas.
El caso opuesto también genera polémica: cuando se prohíbe la indumentaria tradicional. Esto ocurrió en una graduación en la Universidad Nacional de Malasia, donde se publicó un cartel con recomendaciones para los graduados que incluía, en la categoría de “vestimenta no apropiada”, el cheongsam (vestido tradicional chino) y el sari (vestido tradicional indio). Las críticas no tardaron en llegar, al considerar que se trataba de una medida discriminatoria hacia las comunidades china e india. La universidad revisó y modificó el documento, permitiendo finalmente vestimenta tradicional nacional, aunque sin especificar cuáles. Eso sí, exigía que la prenda fuera oscura, de manga larga y hasta los tobillos. Una clara muestra de que las normas textiles también comunican qué culturas son bienvenidas y cuáles no.


Puede reforzar estereotipos. Este es uno de los aspectos más delicados del dress code. Si bien puede ayudar a diluir diferencias de clase, también puede reforzar estereotipos, sobre todo en entornos corporativos o de lujo. El dress code actúa como norma visual que define lo “adecuado” o “profesional”, pero suele estar basado en modelos tradicionales: sobriedad, neutralidad, cierta pulcritud estética… y exclusión implícita.
En muchos entornos laborales, se espera una imagen que margina a quienes no encajan en ese molde: personas con trenzas, con tatuajes visibles, con estéticas no normativas o identidades de género no binarias. Aunque esto cada vez está más erradicado, muchos dress codes se presentan como “universales” o “neutros”, cuando en realidad reflejan códigos de clase, de género o de cuerpo. En algunos eventos de etiqueta, lo que se considera “buen gusto” puede perpetuar una visión elitista de la elegancia.

Elegir el dress-code para tu evento es una forma más de comunicarte con tu público. Presta atención a lo que puede provocar en él y, sobre todo, al objetivo que deseas conseguir con tu elección.
Y recuerda, la próxima vez que abras tu armario: la moda comunica. ¿Qué quieres decirle al mundo hoy?

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