LUX: el disco que convirtió el marketing en un acto de fe

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La estrategia global de LUX
El lanzamiento de LUX no fue un evento aislado, sino una estrategia global cuidadosamente diseñada por Rosalía y su equipo. El proyecto se presentó como una serie de Global Listening Events que recorrieron el mundo antes de la salida oficial del álbum, el 7 de noviembre de 2025.
El recorrido comenzó en Ciudad de México a finales de octubre, continuó en Nueva York el 1 de noviembre y culminó en Barcelona el día 5. De forma simultánea, cerca de veinte ciudades —entre ellas Londres, Tokio, São Paulo, París o Lisboa— acogieron escuchas exclusivas para fans seleccionados.
Cada parada respondía a una misma idea: que LUX no se escuchara en soledad, sino en comunidad. Que el lanzamiento no fuera una fecha, sino una experiencia compartida.

Cómo conseguir la llave
En la campaña de LUX, nada se dejó al azar. Ni siquiera la forma de conseguir una invitación. No se vendieron entradas ni se anunciaron sorteos. Para poder asistir a las listening parties, los fans tenían que entrar en la web oficial de Rosalía y responder una sola pregunta:
¿Qué significa para ti la palabra LUX?
Esa respuesta era, literalmente, la llave. El equipo no buscaba llenar salas, sino identificar afinidad conceptual: personas que entendieran la esencia del proyecto antes de vivirlo. No era una cuestión de volumen, sino de sintonía emocional.
Desde una perspectiva de marketing, fue una estrategia de engagement cualitativo: en lugar de medir el éxito por alcance o impresiones, la artista generó comunidad a partir del sentido de pertenencia. Cada participante se convirtió en parte del relato, no en un simple espectador.
Así, LUX no solo se presentó como un disco, sino como una experiencia de marca inmersiva. El recorrido comenzaba mucho antes de entrar al evento, desde el mismo momento en que el fan —ahora convertido en “devoto”— escribía su respuesta y esperaba una señal.

Evolución: de lo popular al rito
Para este lanzamiento, Rosalía ha cambiado sus reglas. La listening party del MNAC no puede entenderse sin mirar atrás, sin comparar cómo ha evolucionado su manera de relacionarse con el público y con el arte.
- Lanzamiento 1: El Mal Querer (2018) – El evento popular. Para su álbum revelación, Rosalía organizó un concierto gratuito y masivo en la Plaza Colón de Madrid, patrocinado por Red Bull Music.
- Lanzamiento 2: Motomami (2022) – El evento digital. Con Motomami, Rosalía abrazó la era digital. El lanzamiento fue una performance en directo en TikTok: global, fragmentada, diseñada para la viralidad y el lenguaje de las redes. Fue una forma de conectar con una generación que vive en la pantalla y mide el arte en segundos.
- Lanzamiento 3: LUX (2025) – El evento sagrado. Con LUX, la artista da un paso más: rechaza ambos modelos. El evento del MNAC fue físico (no digital), exclusivo (no masivo) y reverencial (no viral).
Esta trayectoria se entiende como una tesis, una antítesis y una síntesis. El Mal Querer fue la tesis: el arte elevado convertido en pop de masas. Motomami, la antítesis: el pop de masas elevado a arte. LUX, la síntesis final: arte elevado como arte revelado.
Una declaración de madurez, y una nueva forma de entender qué puede ser —y para qué sirve— un evento.
Una experiencia divina: la listening party del MNAC
El 5 de noviembre de 2025, la Sala Oval del Museu Nacional d’Art de Catalunya no albergó una gala, sino un ritual. Cerca de un millar de invitados, entre artistas, prensa, fans seleccionados y figuras culturales, accedieron bajo un código de vestimenta “chic attire”: trajes oscuros, sobriedad, una estética casi litúrgica. El ambiente, según los presentes, recordaba a un “funeral de un tipo estridente”: solemne, expectante, suspendido en silencio.
La convocatoria, rodeada de secretismo, se comunicó apenas unas horas antes. La ubicación debía mantenerse en secreto, aunque terminó filtrándose —no por un fan, sino por una acción legal presentada desde Aragón para intentar frenar el evento—. La polémica no afectó a la cita: solo unas decenas de curiosos esperaron fuera, sin alterar la calma del interior.
El ritual comenzaba mucho antes de la música. Tras un control de acceso estricto, los asistentes pasaban por un photocall sobrio y recibían una instrucción: cubrir con adhesivos del logo LUX las cámaras de sus teléfonos. Después, un pasillo cubierto por telas blancas guiaba hasta la Sala Oval, transformada por la iluminación tenue en una catedral contemporánea.
En el centro, un altar improvisado de sábanas arrugadas. Sobre él, Rosalía. Vestida de blanco inmaculado, con el cabello oscuro recogido como una santa barroca, permanecía inmóvil desde antes de empezar la música. A las 21:30 sonaron los primeros acordes de Sexo, violencia y llantas, tema que abría el disco.

Durante cincuenta minutos, Rosalía no cantó ni habló. Su performance consistió en escuchar su propia obra junto al público, dejando que su cuerpo reaccionara a cada canción. Las letras del álbum se proyectaban en la pared, mientras los asistentes observaban en silencio absoluto. La inmersión fue tal que, incluso cuando sonó la alerta de Protección Civil por lluvias intensas en Cataluña, apenas se percibió: el aviso quedó ahogado entre los graves de Porcelana.
Cuando terminó la última canción, Rosalía se levantó y caminó por el pasillo central sin pronunciar palabra. Un evento donde la artista no actuó como anfitriona, sino como sacerdotisa; donde el público no aplaudió, sino que escuchó. Y en esa inversión de roles, Rosalía logró algo difícil: transformar una acción promocional en una experiencia de contemplación colectiva.
Repensar la experiencia
Con LUX, Rosalía lleva el marketing musical a otro terreno: el de la emoción bien pensada. Su campaña no busca llamar la atención, sino merecerla. Y lo consigue porque todo responde a una idea, no a una fórmula.
En el fondo, su estrategia no es tan distinta de lo que mueve a cualquier creador de experiencias: construir algo que deje huella, incluso cuando el eco no se puede calcular.
Quizá ahí esté la inspiración: en volver a crear sin miedo al silencio, a lo pequeño o a lo íntimo.









