Un jardín romántico para el cuidado capilar: la experiencia efímera de Kérastase en Madrid
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Escuchar
Cuidar sin invadir
En un entorno íntimo y silencioso, sin stands ni pantallas, los visitantes eran recibidos por especialistas en diagnóstico capilar. No se trataba de hablar del “producto estrella”, sino de entender qué necesitaba de verdad cada persona. El punto de partida: escuchar.
Tras este primer paso, el recorrido llevaba a una sala de styling al aire libre, donde estilistas ofrecían asesoramiento personalizado y peinados sencillos, pensados para el día a día. El objetivo no era el “efecto wow”, sino el reconocimiento individual: sentirse cómodo, atendido, entendido.
El marketing bajó la voz… y se puso a bordar
En una esquina del patio, entre flores secas y cintas de terciopelo, los asistentes se sentaban a crear. Nada digital, ningún código QR. Solo manos trabajando charms, piezas pequeñas, adornos hechos con calma y guiados por artesanas. Un ejercicio de concentración que recordaba que la belleza no siempre es inmediata.
La experiencia no terminaba con el último mechón peinado. En el fondo del espacio, una cafetería efímera —de las que no te invitan a correr— ofrecía café de especialidad, bollería recién horneada y música suave.
El espacio como relato
La elección del Museo del Romanticismo no fue casual. Sus patios, lámparas, muebles y el silencio respetuoso del entorno hablaban el mismo idioma que la propuesta: el del detalle, el tiempo, la intimidad. Aquí el espacio no acompañaba: protagonizaba.
Frente a un panorama en el que muchas activaciones apuestan por el impacto inmediato y la viralidad, esta experiencia decidió bajar el volumen y subir el sentido. Menos ruido, más permanencia. Una marca que no quiso que la recordaran por un selfie, sino por un gesto.








