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Eventos sin ropa: provocación, tendencia o nueva forma de conexión

Eventos sin ropa: provocación, tendencia o nueva forma de conexión

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Los códigos de vestimenta están cambiando. O mejor dicho: están desapareciendo. En ciertos eventos, la consigna no es qué ponerse, sino precisamente no ponerse nada. Hablamos de retiros de bienestar, cenas sensoriales o festivales donde la desnudez –total o parcial– no solo está permitida, sino que se convierte en el eje de la experiencia.

Este fenómeno, que podría parecer anecdótico o incluso marginal, plantea preguntas interesantes sobre el diseño de experiencias. ¿Estamos ante una simple provocación? ¿O es una evolución radical hacia formas más auténticas de conexión?

La desnudez como lenguaje

En estos eventos, quitarse la ropa no es el fin, sino el medio. Una herramienta simbólica para nivelar, humanizar, conectar. La desnudez borra marcas, estatus, estilos… y con ellos, muchas jerarquías sociales. De repente, todos estamos en el mismo plano. Más vulnerables, sí. Pero también más presentes.

Casos que se quitaron el miedo (y la ropa)

Visitas nudistas en el Museu d’Arqueologia de Catalunya (Barcelona)

En octubre de 2023, el museo ofreció visitas guiadas nudistas a la exposición Els bronces de Riace. La mirada artística de Luigi Spina. Organizadas junto al Club Catalán de Naturismo, estas visitas requerían desnudez integral (excepto calzado) y se realizaban a puerta cerrada. El objetivo: eliminar barreras entre el arte y el espectador, generando una conexión más directa y sensorial con las esculturas clásicas.

Marcha Ciclonudista de Madrid

Celebrada en junio de 2023, esta acción reunió a más de 100 ciclistas desnudos recorriendo la Gran Vía y la Plaza de Cibeles para visibilizar la vulnerabilidad de los ciclistas urbanos. Bajo el lema “Seguimos desnudos ante el tráfico”, esta marcha, organizada por Pedalibre y enmarcada en el movimiento World Naked Bike Ride, convierte el cuerpo en pancarta y en mensaje.

The Füde Dinner Experience (EE. UU.)

Estas cenas nudistas, celebradas en ciudades como Nueva York, buscan ofrecer una experiencia gastronómica sin filtros ni artificios. El objetivo es fomentar la aceptación corporal, la conexión sin etiquetas y la plena atención al momento presente. Una forma de transformar una cena en un acto casi ritual de presencia y autenticidad.

The Naked Retreat (Reino Unido)

Este retiro de yoga y meditación utiliza la desnudez como herramienta para despojar al individuo de máscaras sociales. Sin ropa, sin etiquetas, sin distracciones. La propuesta se centra en cultivar una relación más saludable con el cuerpo, con uno mismo y con el entorno.

Intensidad, autenticidad… y memorabilidad

Estos eventos no se olvidan. Rompen expectativas, generan conversación y despiertan curiosidad. En una industria que lucha constantemente por diferenciarse, lo radical puede ser una vía hacia lo memorable.

Además, al establecer entornos basados en respeto, consentimiento y seguridad emocional, se crea algo poco frecuente: una sensación real de comunidad. Cuando todos están (literalmente) expuestos, las máscaras caen. Y aparece algo que en muchos eventos se echa en falta: presencia.

Pero… ¿todo vale?

No. Y nunca debería. Este tipo de propuestas exigen una gestión rigurosa. No basta con ser disruptivo: hay que ser ético. La desnudez no puede utilizarse como simple reclamo, ni convertirse en espectáculo. Si no hay un propósito claro, un marco de respeto y unos límites bien definidos, la experiencia puede volverse incómoda o directamente inapropiada.

¿Tiene cabida en eventos corporativos?

Probablemente no veremos una convención de oncología nudista. Pero quizás la pregunta no sea si vamos a quitarnos la ropa… sino si estamos dispuestos a quitarnos otras cosas: el miedo al ridículo, la fachada profesional, los códigos preestablecidos. En el fondo, esa es la lección: no se trata del cuerpo desnudo, sino de la experiencia honesta.

Lo radical no es la piel, es la intención

Los eventos sin ropa no buscan escandalizar. Buscan explorar. En un mundo saturado de artificio y filtros, proponen un viaje al otro extremo: lo crudo, lo humano, lo real. No serán aptos para todos los públicos, ni deben serlo. Pero sí son, sin duda, una invitación a repensar qué puede (y qué debería) ser un evento.

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