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No, todavía no hay tanta vergüenza en este sector como en las míticas reuniones de AA… pero los últimos meses han visto una serie de reacciones de la opinión pública y de los políticos que demuestran una realidad triste: nos queda mucho trabajo para conseguir el reconocimiento que merece el sector de eventos y reuniones. […]

No, todavía no hay tanta vergüenza en este sector como en las míticas reuniones de AA… pero los últimos meses han visto una serie de reacciones de la opinión pública y de los políticos que demuestran una realidad triste: nos queda mucho trabajo para conseguir el reconocimiento que merece el sector de eventos y reuniones.

Si preguntamos a los políticos y al público si el evento pertenece a la categoría de gastos o la de inversión, probablemente todavía muchos contestarían con la primera opción (y si pudieran añadir “frívolos” o “que consisten en pasarselo bien”, probablemente lo harían).

La situación actual en la cual AIG creyó, hace unos meses, que la mejor decisión a tomar era cancelar todos sus eventos (ver más) ilustra bien que todavía se piensa que cancelar eventos no afectará tanto la buena marcha del negocio. Que lo mejor que puede hacer una empresa en dificultad es ahorrar en eventos para salir adelante (¿acaso los eventos no están aquí para motivar, asegurar buen entendimiento de la estrategia en momentos difíciles, o ayudar a vender? ¿No son importantes estos elementos en una situación difícil?).

El sector responde, con intervenciones públicas de asociaciones y de empresas. MPI destacaba de forma impecable la necesidad de recortar el lujo futil pero no los eventos útiles (ver más aquí), Maritz editó un informe sobre el peligro de recortar eventos (ver más). La última sospecha sobre nuestro sector viene de la decisión del congreso de pedir un control estricto de los eventos e incentivos que se hacen en empresas ayudadas con fondos públicos. La asociación US Travel contestó aquí.

Cuidado: me ofende también que unos ejecutivos vayan a un resort de lujo con fondos del contribuyente (y hemos visto que altos ejecutivos pueden tener comportamientos vergonzosos). Pero toda esta historia nos recuerda algo: el evento sigue siendo visto por muchos (opinión pública, políticos), como un gasto frívolo. Quizás nuestro sector tiene que, más que quejarse, centrarse en demostrar y comunicar mejor su efectividad. Puede ser útil algo de mea culpa: nuestra industria ha pasado mucho más tiempo enseñando sus maravillosas puestas en escena y decoraciones que a demostrar su utilidad. La manera perfecta de ser percibidos como una industria de entretenimiento más que de estrategia de empresa.

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